No hay duda de que, en los últimos años, el Perú ha resistido todo. Y junto a su gente, el arte también ha demostrado ser resiliente. Tras la pandemia, surgieron dos tendencias marcadas entre los ciudadanos. Por un lado, el consumo de medios digitales se masificó, facilitando el acceso a todo tipo de información desde un celular. Por otro, creció un deseo colectivo de salir de casa, de reconectar con el mundo exterior. Aunque estas tendencias parecen opuestas, conviven en armonía y han beneficiado a las artes en Arequipa.
La Ciudad Blanca siempre ha sido cuna y refugio de grandes artistas. Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura; Carlos Baca Flor, renombrado pintor retratista que hoy da nombre a una escuela de artes plásticas; y Nereida Apaza, destacada curadora de arte contemporánea egresada de la misma escuela y reconocida por distintas instituciones culturales; son solo algunos ejemplos. La lista es larga, y nombrarlos a todos haría este artículo interminable. La pandemia, aunque trajo consigo dificultades, también abrió oportunidades para que los artistas dieran a conocer su trabajo de manera masiva y económica a través de las redes sociales. Al mismo tiempo, el público, ávido de reconectar con otros y de sentirse más humano, encontró en el arte un refugio y una forma de expresión.
Imaginemos por un momento retroceder 20 años y explicar que hoy un músico puede compartir su arte mediante transmisiones en vivo en TikTok, organizando veladas nocturnas con sus seguidores dónde compartes música local. O crear vídeos dónde enseñas de manera lúdica quechua; como el escritor y poeta Fidel Almirón Quispesivana, conocido en tiktok como: @fidel_almiron . Las posibilidades son infinitas, y las barreras para llegar al público se han reducido significativamente.
Sin embargo, no todo es color de rosa. Este nuevo panorama también ha traído desafíos, especialmente para los artistas independientes. Ahora, no solo deben enfocarse en crear, sino también en promocionarse. El arte ya no es solo una expresión personal; es un producto que necesita llegar a las personas para captar su atención. Esto introduce un nuevo factor en juego: el valor social del artista en los espacios digitales y cómo este valor determinará si puede o no vivir de su arte.
El siglo XXI ha traído oportunidades sin precedentes, pero también un ritmo de cambio vertiginoso que no todos los artistas pueden seguir. Esto genera nuevas preguntas y debates sobre cuál debería ser su rol en estas nuevas trincheras, donde todos luchamos por ser relevantes. El arte, en su esencia, sigue siendo un reflejo de la humanidad, pero ahora debe navegar en un mundo donde lo digital y lo presencial coexisten, y donde la visibilidad es tan importante como la creatividad. 
Arequipa también se consolida como sede de uno de los festivales culturales más relevantes de Latinoamérica: el Hay Festival. Incluso en los años más críticos de la pandemia, el evento no solo resistió, sino que se reinventó con una edición virtual que abrió puertas a nuevos actores culturales locales. Entre ellos, destaca la Fundación Guíame Sur, que ha sabido capitalizar estas oportunidades transmitiendo sus propios eventos vía Facebook Live y autogestionando su visibilidad en redes sociales. Lo curioso es que lo hace con éxito orgánico en una plataforma como Facebook, que muchos dan por obsoleta, pero que en el ecosistema cultural arequipeño sigue siendo un altavoz vital.
En este contexto, el arte no solo sobrevive, sino que se reinventa. Y Arequipa, con su rica tradición cultural, sigue siendo un faro para quienes buscan expresarse y conectar en estos tiempos de transformación, sin envidiar el talento externo.

Escrito por Sebastian Pastor Angulo

Fidel Almirón : tiktok.com/@fidel_almiron
Fidel Almirón : tiktok.com/@fidel_almiron
Fidel Almirón: wikipedia.org
Fidel Almirón: wikipedia.org
Hay Festival: hayfestival.com/arequipa/prensa
Hay Festival: hayfestival.com/arequipa/prensa
Nereida Apaza Mamani: rfi.fr
Nereida Apaza Mamani: rfi.fr
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